
El mundo de la música siempre ha tenido dos vertientes bien claras. Una, formada por aquellos artistas que deciden anteponer una cierta calidad a sus creaciones antes que recorrer el camino fácil hacia la fama. Algunos incluso saben combinar hábilmente estos dos aspectos con acierto. La otra vertiente está formada por energúmenos metrosexuales y por putitas con buena voz, que prefieren salir al escenario a menear el culo y poner cachondo al personal, que intentar aportar algo mínimamente decente al mundo de la música, con tal de ganar cantidades indecentes de dinero. Y me parece lícito. Es la llamada
música comercial. Un negocio.
A todo esto, me pregunto si dentro unos años, este
business que me parece absolutamente falto de ningún interés musical o artístico, será de alguna manera reivindicable como lo son ahora grupos o personajes que antaño eran considerados
comerciales, tales como Roxette, Cindy Lauper, Tom Jones o el mismísimo Michael Jackson. ¿Es acaso esta
comercialidad una cortina de humo que impide ver con claridad detrás de toda la pantomima que rodea el panorama musical comercial actual? ¿Nos encontraremos a nosotros mismos en el futuro, tarareando alguna canción de Take That o Christina Aguilera, recordando aquellos viejos tiempos? ¿O es simplemente que antes el negocio de la música no había descubierto aún que bastaba con unas tetas operadas y un buen culo, o poner a cinco homosexuales a hacer el gilipollas en el escenario para vender discos? Supongo que tendremos que esperar para saber la respuesta.
Personalmente voy a seguir detestando esta especie de circo generador de dinero, y si algún día llega el momento en que tengo que aceptar que empiezo a sentirme atraído respecto a este tipo de... cosa, siempre podré decir aquella famosa frase de más vale tarde que nunca. Aunque no lo creo, ya que la música de Madonna me sigue pareciendo una puta mierda porque, como sabreis, siempre hay excepciones.